Un verano más, y como ya es costumbre, regresan a la prensa cántabra y a las redes sociales las quejas sobre la presencia de autocaravanas en las calles y aparcamientos de Santander.
El Diario Montañés y otros periódicos o TV. han vuelto a situar el tema en portada, esta vez por la polémica generada tras el anuncio del Ayuntamiento de crear un área de autocaravanas en Mataleñas.
En este caso, la protesta no se centra tanto en la actividad autocaravanista como en el lugar elegido, considerado por algunos vecinos un espacio de especial protección. Lejos de verse como una oportunidad de ordenación, la propuesta ha sido recibida como un “búnker de cemento” en un espacio natural. Leer la noticia aquí.
Sin embargo, no se trata de un conflicto nuevo ni aislado. Desde hace años, en diferentes barrios de la capital cántabra surgen voces contrarias a la presencia de autocaravanas. Hay vecinos que, al ver una autocaravana aparcada en su calle, aunque esté correctamente estacionada, no dudan en llamar a la policía local. Lo llamativo es que, al analizar los argumentos, rara vez se sustentan en razones objetivas o legales. Se repiten frases como: “no nos gustan”, “son ilegales” o “por qué no se van al camping”. Lo cierto es que ni lo uno ni lo otro es cierto: las autocaravanas son vehículos como cualquier otro a efectos de circulación y estacionamiento en España y Europa, y además cuentan con un marco jurídico claro recogido en el Diario de Sesiones de las Cortes Generales, con aprobaciones parlamentarias en cuatro ocasiones, y en la instrucción de tráfico PROT 2023/14, que establece las condiciones en que pueden habitarse como vehículo-vivienda. Ver aquí el documento.
✅La singularidad santanderina
Llevo muchos años viajando en autocaravana por Europa y también resido buena parte del año en Santander. En ningún otro lugar he percibido una reacción tan hostil y reiterada hacia las autocaravanas como aquí. Parece que, en ciertos sectores de la sociedad santanderina, lo que incomoda no son solo estos vehículos: también molesta todo aquello que no encaje en una visión de ciudad orientada a un supuesto “turismo de calidad”, entendido como yates, pistas de tenis, campos de golf, hoteles y apartamentos turísticos.
Esa concepción excluyente explica, en parte, por qué los autocaravanistas no somos bien recibidos. Se nos percibe como visitantes “incómodos”, aunque lleguemos a la ciudad con intención de conocerla, consumir en sus comercios y formar parte de su vida urbana como cualquier otro turista.
✅Prohibiciones arbitrarias y sanciones
El rechazo institucional, alentado por los prejuicios de una parte de la sociedad santanderina, se traduce en la señalización urbana. Santander es probablemente la ciudad española con mayor número de señales de prohibición contra las autocaravanas. En cualquier calle, avenida o aparcamiento de la ciudad que el ayuntamiento o algun ciudadano quejoso vea una autocaravana aparcada correctamente, de inmediato el acoso está asegurado y aparece la señal de prohibición de aparcamiento superior a 1,8 toneladas excepto turismos.
Hace unos años se usaban señales específicas con el pictograma del vehículo y la grúa; hoy se ha optado por una táctica más “disimulada”: señales que prohíben el estacionamiento a vehículos de más de 1,8 toneladas, excepto turismos, pese a que en esos lugares no existe justificación física ni técnica para esa limitación.
Conviene recordar que los ayuntamientos como titulares de las vías públicas y sus aparcamientos, son los responsables civiles y penales de lo que le pueda suceder a un vehículo y sus ocupantes por su negligencia. Por ello siempre que existe un riesgo físico o de otra naturaleza, están obligados a adoptar medidas preventivas, y la señalización es una de ellas. Pero la colocación de una señal de limitación de peso sin estar justificada, solo para excluir a las autocaravanas es un acto arbitrario. La contradicción es clara: si el turismo sobre pasa ese peso no tiene problema, pero una autocaravana sí. A eso se suman las multas y el cepo, medidas aplicadas con frecuencia de forma selectiva contra las autocaravanas y no contra otros vehículos. Una política de sanción que convierte a la ciudad en un espacio hostil para un tipo de turismo que crece año tras año en toda Europa.
✅La estrategia del Ayuntamiento
El Ayuntamiento, lejos de afrontar la realidad con soluciones, parece haberse instalado en el acoso de la prohibición como respuesta. Y cuando ofrece alternativas, estas son insuficientes: las llamadas “áreas gueto”, con capacidad para medio centenar de vehículos, cuando la presencia real de autocaravanas en la ciudad alcanza varios cientos al día.
Además, sorprende comprobar que la interlocución del Consistorio no es con los autocaravanistas ni con sus asociaciones —los que realmente conocemos la problemática y podríamos aportar soluciones—, sino con los empresarios de camping. Una visión reduccionista, porque la autocaravana no es un elemento de camping, sino un vehículo con derechos y obligaciones propios dentro del RGC. Santander, de hecho, solo cuenta con dos campings en su término municipal, que además permanecen saturados en verano o cerrados buena parte del año.
✅Mirar a Europa: organizar en vez de prohibir
La paradoja es que, mientras en Santander se apuesta por la expulsión, en ciudades europeas de mucho mayor tamaño —como Colonia, Múnich, Berlín o Roma, entre otras— ante el problema y la complejidad del aparcamiento de vehículos en los centros urbanos, se desarrollan soluciones inteligentes y sostenibles.
Entre ellas, los llamados Rider Park, aparcamientos para toda clase de vehículos en las afueras que cuentan con conexión directa en transporte público al centro urbano. Una forma de compatibilizar la presencia de todo tipo de vehículos, incluidas las autocaravanas, con la movilidad urbana, sin recurrir a prohibiciones ni sanciones.
Europa produce y matricula cada año más de cien mil autocaravanas. Le guste o no a Santander y a sus ciudadanos o regidores, la presencia de estos vehículos seguirá creciendo. Ignorar la realidad y legislar a golpe de veto no solo es inútil, sino contraproducente: priva a la ciudad de un flujo turístico diverso y en expansión.
✅ Convivencia o enfrentamiento
En definitiva, el problema de fondo no es la presencia de autocaravanas, sino la falta de visión, diálogo y organización. Cuando los colectivos implicados se sientan a hablar con los administradores públicos, aportando sus experiencias viajeras con la intención de buscar soluciones, siempre es posible compatibilizar intereses y convivencias. Pero si se opta por la imposición y la exclusión, lo único que se logra es alimentar el enfrentamiento.
Lo lamento por mi ciudad, pero creo que ir contra lo evidente no resuelve nada. En el mundo del turismo, si nos respetamos y nos organizamos hay sitio para todos; si no lo hacemos, la convivencia se vuelve imposible.
Santander tiene en sus manos la oportunidad de ser referente en gestión turística moderna o de convertirse en símbolo de rechazo y atraso.
La elección, tarde o temprano, tendrá consecuencias.
✍️ Pedro Ansorena Antón.
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