miércoles, 28 de enero de 2015

Buena oportunidad para comprar una autocaravana.

                                  AUTOCARAVANA VENDIDA.

Conozco esta autocaravana que se vende y a sus dueños, esta como nueva. La autocaravana es amplia, tiene un buen motor con pocos kilómetros, una línea bonita y sus propietarios la han tratado como a un hijo, así que para quien se esté planteando adquirir una, creo que es una buena oportunidad de compra.

Pulsando el siguiente enlace podéis ver la oferta.






martes, 27 de enero de 2015

Demasiado responsables.

"Estados Unidos y Europa tienen muchas cosas en común. Los dos son multiculturales y democráticos; los dos son inmensamente ricos; los dos poseen divisas con un alcance mundial. Los dos, por desgracia, experimentaron burbujas inmobiliarias y crediticias entre 2000 y 2007 y sufrieron dolorosas recesiones cuando las burbujas estallaron.

Sin embargo, desde entonces, la política a ambos lados del Atlántico ha seguido rumbos diferentes. En una de estas grandes economías, las autoridades han hecho gala de un fuerte compromiso con la virtud fiscal y monetaria, y han hecho extenuantes esfuerzos para equilibrar los presupuestos y al tiempo mantenerse alertas frente a la inflación. En la otra, no tanto.

Y la diferencia de actitud es la principal razón por la que las dos economías van ahora por caminos tan diferentes. El manirroto y desprendido Estados Unidos está experimentando una recuperación sólida, una realidad reflejada en el enérgico discurso sobre el Estado de la Unión del presidente Obama. Mientras tanto, la virtuosa Europa se hunde cada vez más en las arenas movidizas de la deflación; todo el mundo confía en que las nuevas medidas monetarias anunciadas el jueves rompan la espiral descendente, pero nadie que yo conozca espera realmente que sean suficientes.

En cuanto a la economía estadounidense: no, no es el amanecer de Estados Unidos, por no hablar ya de una prosperidad similar a la que alcanzamos durante el Gobierno de Clinton. La recuperación podría y debería haber llegado mucho más deprisa, y la renta de los hogares sigue estando muy por debajo del nivel anterior a la crisis. Aunque nunca lo adivinarían a juzgar por el debate público, la gran mayoría de los economistas coincide en que el estímulo de Obama en 2009 y 2010 contribuyó a limitar el daño derivado de la crisis financiera, pero fue demasiado pequeño y su efecto dejó de notarse pronto. Así y todo, si comparamos los resultados de la economía estadounidense a lo largo de los dos últimos años con todas esas predicciones pesimistas de los republicanos, pueden entender por qué Obama se muestra un tanto altanero.

Por otra parte, Europa —o, más concretamente, la zona euro, es decir, los 18 países que comparten una moneda común— se ha equivocado prácticamente en todo. En el aspecto fiscal, Europa nunca ha aplicado muchos estímulos, y se ha apresurado a volver a la austeridad —con recortes de gastos y, en menor medida, aumentos de los impuestos— a pesar del elevado desempleo. En el aspecto monetario, los funcionarios se han dedicado a combatir la amenaza imaginaria de la inflación, y han tardado años en reconocer que la amenaza real era la deflación.

La austeridad europea reflejaba la obstinación en hacer un diagnóstico erróneo de la situación

¿Por qué se han equivocado tanto?

En cierta medida, el giro hacia la austeridad reflejaba la debilidad institucional: en Estados Unidos, programas federales como la Seguridad Social, Medicare y los vales de alimentos contribuyeron a dar apoyo a estados como Florida, donde el desplome del mercado inmobiliario fue especialmente grave, mientas que países europeos que atravesaban apuros similares, como España, quedaban a su suerte. Pero la austeridad europea también reflejaba la obstinación en hacer un diagnóstico erróneo de la situación. En Europa, como en Estados Unidos, los excesos que desembocaron en la crisis afectaban abrumadoramente más a la deuda privada que a la pública, con Grecia como principal anomalía. Pero los altos cargos de Berlín y Bruselas decidieron hacer caso omiso de la evidencia y se decantaron por una narrativa que atribuía toda la culpa a los déficits presupuestarios, y, al mismo tiempo, negaron las pruebas e insinuaron —con razón— que intentar atajar los déficits en una economía deprimida agravaría la depresión.

Mientras tanto, en 2011 los gobernadores de los bancos centrales europeos decidieron preocuparse por la inflación y subir los tipos de interés, incluso cuando era obvio que era una estupidez hacerlo. Es cierto que ha habido un repunte de la inflación general, pero las medidas de la inflación subyacente eran demasiado bajas, y no demasiado altas.

La política monetaria mejoró mucho después de que Mario Draghi se convirtiese en presidente del Banco Central Europeo a finales de 2011. De hecho, casi con total seguridad sus heroicos esfuerzos por procurar liquidez a los países que se enfrentaban a ataques especulativos salvaron al euro del colapso. Pero no está claro en absoluto que tenga las herramientas para combatir las fuerzas deflacionarias de más amplio alcance puestas en marcha por años de políticas equivocadas. Es más, tiene que actuar con una mano atada a la espalda, porque Alemania sigue oponiéndose terminantemente a cualquier cosa que pueda hacer la vida más fácil a los países endeudados.

Europa  se ha equivocado prácticamente en todo
Lo terrible es que la economía europea se ha hundido en nombre de la responsabilidad. Es cierto que ha habido épocas en las que ser fuerte significaba reducir los déficits y resistir la tentación de emitir moneda. Sin embargo, en una economía deprimida, la fijación con el equilibrio presupuestario y la obsesión por la moneda fuerte son profundamente irresponsables. No solo son perjudiciales para la economía a corto plazo, sino que pueden —y en Europa así lo han hecho- infligir daños a largo plazo, menoscabando el potencial de la economía y llevándola a una trampa deflacionaria de la que es muy difícil escapar.

Tampoco fue un error inocente. Lo que me sorprende de los arcontes europeos de la austeridad, de sus decanos de la deflación, es su autocomplacencia. Se sentían cómodos, tanto emocional como políticamente, exigiendo sacrificios (a otros) en un momento en el que el mundo necesitaba más gasto. Todos ellos han sido demasiado propensos a pasar por alto la evidencia de que se estaban equivocando. Y Europa seguirá pagando el precio de su autocomplacencia durante los próximos años, o quizá décadas."

Por Paul Krugman, premio Nobel de Economía.

Publicado por The New York Times Company, 2015.

Traducción de News Clips.

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lunes, 26 de enero de 2015

Bajo el signo de la vieja política.

Se ha dicho tropecientas veces: el problema de España es que carece de proyecto de futuro. A pesar de eso, el PP se empeña en recuperar su pasado y en regocijarse en el presente. No hubiera sido una mala estrategia bajo las condiciones de “política normal”, pero resulta que seguimos estando bajo condiciones políticas excepcionales. La mejora económica no es ya un criterio que baste para catapultar a un partido. 

Las palabras totémicas de hoy en nuestro país son renovación, regeneración, reset... El pasado inmediato es el mal, que se proyecta sobre el presente bajo la forma de Bárcenas en la calle y/o la ausencia de explicaciones convincentes sobre otros casos de corrupción. Pero en vez de presentar caras nuevas, hacer autocrítica sincera o de innovar mínimamente su discurso van y nos sacan a... ¡Aznar! Y encima este se permite el lujo de arrojar la ira de un Aquiles autosuficiente sobre los pobres aqueos militantes y cargos del PP, refutando con sus palabras el objetivo fundamental de la convención: la reconciliación con su pasado. Primera prueba no superada.

Imagino que la presencia de Aznar estaba dirigida a cambiar la imagen tecnocrática del Gobierno por otra más ideológica, pero ya digo que eso les ha salido rana. La segunda pretensión, machacar a Podemos, ha caído en la trampa de interiorizar las distinciones con las que este partido ha conseguido hacerse un hueco en el escenario político español. Por el lenguaje que usan, implícitamente están entronizando el discurso que mejor le viene a la nueva fuerza política. Dos perlas: “Somos de la casta de hombres y mujeres que luchan por seguir adelante” (Cospedal), o “Nosotros no estamos aquí para asaltar los cielos” (Ignacio González). Pura aplicación de la lógica de la equivalencia de Laclau: actores antagónicos encuentran elementos que les unen: tanto PP como Podemos ningunean al PSOE, que es la forma más eficaz de eliminar a este adversario común. En la lógica discursiva tan importante es a quién te diriges como a quién estás dejando fuera. Esto contribuye, por tanto, a eliminar la pretensión del PP de erigirse como el partido de la “responsabilidad” y estabilidad. ¿Qué es más “responsable”: tener al PSOE como principal fuerza de la oposición o a Podemos? Segunda prueba no superada.

La tercera prueba la tenían ya casi ganada antes de la convención: el sacar provecho de la superación de la crisis; en particular, el mensaje de bajada de impuestos para las clases medias. Pero, cuando las cosas van bien, el relato de la recuperación de la crisis puede convertirse en un arma de doble filo. Es bien sabido que después de la escasez, cuando todo empieza a ir mejor, la gente sobre la que ha recaído el mayor sacrificio exige ser compensada; o sea, mayor redistribución. A esto han hecho oídos sordos. Y no es algo que pueda ser subsanado por el mero batir de banderas, la retórica patriótica y el estruendo de los himnos. Nota final: suspenso. Manca finezza!

Por Fernando Vallespín.
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sábado, 10 de enero de 2015

ATENTADO CONTRA EL CHARLIE HEBDO.

"Yo no soy Charlie Hebdo".

"A los periodistas de Charlie Hebdo se les aclama ahora justamente como mártires de la libertad de expresión, pero seamos francos: si hubiesen intentado publicar su periódico satírico en cualquier campus universitario estadounidense durante las dos últimas décadas, no habría durado ni treinta segundos. Los grupos de estudiantes y docentes los habrían acusado de incitación al odio. La Administración les habría retirado toda financiación y habría ordenado su cierre.

La reacción pública al atentado en París ha puesto de manifiesto que hay mucha gente que se apresura a idolatrar a quienes arremeten contra las opiniones de los terroristas islámicos en Francia, pero que es mucho menos tolerante con quienes arremeten contra sus propias opiniones en su país.

Fíjense si no en todas las personas que han reaccionado de manera exagerada a las microagresiones en los campus. La Universidad de Illinois despidió a un catedrático que explicaba la postura de la Iglesia católica respecto a la homosexualidad. La Universidad de Kansas expulsó a un catedrático por arremeter en Twitter contra la Asociación Nacional del Rifle. La Universidad de Vanderbilt retiró el reconocimiento a un grupo cristiano que insistía en que estuviese dirigida por cristianos.

Puede que los estadounidenses alaben a Charlie Hebdo por ser lo bastante valiente como para publicar viñetas que ridiculizaban al profeta Mahoma, pero cuando Ayaan Hirsi Ali es invitada al campus, suele haber peticiones de que se prohíban sus intervenciones.

Así que esta podría ser una ocasión para aprender algo. Ahora que nos sentimos tan apenados por la masacre de esos escritores y directores de periódico en París, es un buen momento para adoptar una postura menos hipócrita hacia nuestras propias figuras controvertidas, provocadoras y satíricas.

Supongo que lo primero que hay que decir es que, independientemente de lo que uno haya publicado en su página de Facebook este viernes, es inexacto que la mayoría de nosotros afirmemos “Je suis Charlie Hebdo” o “Yo soy Charlie Hebdo”. La mayoría de nosotros no practicamos de verdad esa clase de humor deliberadamente ofensivo en la que está especializada ese periódico.

Puede que hayamos empezado así. Cuando uno tiene 13 años, parece atrevido y provocador épater la bourgeoisie [escandalizar a la burguesía], meterle el dedo en el ojo a la autoridad, ridiculizar las creencias religiosas de otros. Pero, al cabo de un tiempo, nos parece pueril. La mayoría de nosotros pasamos a adoptar puntos de vista más complejos sobre la realidad y más comprensivos con los demás. (La ridiculización se vuelve menos divertida a medida que uno empieza a ser más consciente de su propia y frecuente ridiculez). La mayoría tratamos de mostrar un mínimo de respeto hacia las personas con credos y fes diferentes. Intentamos entablar conversaciones escuchando en vez de insultando. Pero, al mismo tiempo, la mayoría de nosotros sabemos que los provocadores y otras figuras estrafalarias cumplen una función pública útil. Los humoristas y los caricaturistas exponen nuestras debilidades y vanidad cuando nos sentimos orgullosos. Minan el autobombo de los triunfadores. Reducen la desigualdad social al bajar a los poderosos de su pedestal. Cuando son eficaces, nos ayudan a enfrentarnos a nuestras flaquezas en grupo, ya que la risa es una de las experiencias cohesivas por antonomasia.

Es más, los expertos en provocación y ridiculización ponen de relieve la estupidez de los fundamentalistas. Los fundamentalistas son gente que se lo toma todo al pie de la letra. Son incapaces de adoptar puntos de vista diversos. Son incapaces de ver que, aunque su religión pueda ser digna de la más profunda veneración, también es cierto que la mayoría de las religiones son un tanto extrañas. Los humoristas señalan a quienes son incapaces de reírse de sí mismos y nos enseñan a los demás que probablemente deberíamos hacerlo también. En resumen, al pensar en quienes provocan y ofenden, deseamos mantener unas normas de civismo y respeto y, al mismo tiempo, dejar espacio a esos tipos creativos y desafiantes que no tienen las inhibiciones de los buenos modales y el buen gusto.

Cuando se intenta combinar este delicado equilibrio con las leyes, las normas sobre el discurso y los ponentes vetados, se acaba teniendo una censura pura y dura y unas conversaciones acalladas. Casi siempre es un error tratar de silenciar el discurso, fijar normas sobre él y cancelar las invitaciones de los ponentes.

Por suerte, los modales sociales son más maleables y flexibles que las normas. La mayoría de las sociedades han logrado mantener ciertas reglas de civismo y respeto a la vez que han dejado la vía abierta a quienes son divertidos, descorteses y ofensivos.

En la mayoría de las sociedades, los adultos y los niños comen en mesas separadas. La gente que lee Le Monde o las publicaciones institucionales se sienta a la mesa de los adultos. Los bufones, los excéntricos y las personas como Ann Coulter y Bill Maher están en la mesa de los niños. No se los considera del todo respetables, pero se los escucha porque, con su estilo de misil descontrolado, a veces dicen cosas necesarias que nadie más dice.

Las sociedades sanas, en otras palabras, no silencian el discurso, pero conceden un estatus diferente a los distintos tipos de personas. A los eruditos sabios y considerados se los escucha con gran respeto. A los humoristas se los escucha con un semirrespeto desconcertado. A los racistas y a los antisemitas se los escucha a través de un filtro de oprobio y falta de respeto. La gente que desea ser escuchada con atención tiene que ganárselo mediante su conducta.

La masacre de Charlie Hebdo debería ser una oportunidad para poner fin a las normas sobre el discurso. Y debería recordarnos que, desde el punto de vista legal, tenemos que ser tolerantes con las voces ofensivas, aunque seamos selectivos desde el punto de vista social".

Por David brooks.

Traducción de News Clips.

© The New York Times.

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