lunes, 11 de febrero de 2013

Sensaciones.

Trasladarse, de escenario territorial en apenas tres horas de vuelo en avión, desde Tenerife a Santander, en pleno rigor del invierno en el mes de febrero, resulta una sensación extraña y única.


En apenas un lapsus de tiempo uno pasa de vivir la sensación que te ofrece el extraordinario clima primaveral y en algunos dias veraniego en el sur de Tenerife, con una temperatura del agua del mar de 21º y la ambiental al mediodía por encima de los 25º, a llegar a  Santander y poner en marcha la calefacción en casa, es lo primero que haces y necesitas. Sin duda la sensación térmica que percibes, apenas puestos los pies en el suelo, es bastante más fría que lo que quizás marca el mercurio, pero es lo que uno siente ante un cambio de clima tan repentino. Otra de las sensaciones que notas y mas te llama la atención es cuando la primera noche te dejas deslizar bajo las sábanas de la cama de tu habitación, parece que éstas están mojadas.


En un traslado tan repentino pasas de la indumentaria del pantalón corto, la camiseta de manga corta y las sandalias, a la habitual vestimenta invernal del norte de la península. En apenas tres horas uno se traslada de espacio y de repente se encuentra dando un paseo por El Sardinero u otros lugares de una  ciudad pequeña y familiar como lo es la capital cántabra sintiendo en la cara y el cuerpo la sensación que provoca el aroma, la frialdad y la fuerza del mar cantábrico y sus aguas que se proyectan contra los acantilados de la costa o rompiendo en la arena de la playa, todo ello acompañado por un cielo gris y plomizo con grandes y pronunciados nubarrones que amenazan con descargar a su paso todo lo que llevan encima.


Percibes como los paseos y avenidas o parques de la ciudad no están como los dejaste hace unos meses, uno se encuentra con la desnudez de sus árboles y plantas, desiertos de gente o quizás solo concurridos por algún paseante abufandado y enchaquetado hasta las orejas y con el paraguas en la mano, que desafiando el tiempo se atreve a pasear a su perro o recorrer el habitual paseo. También te llama la atención  al ver o saludar a tus vecinos y la gente con la que te cruzas, la tez pálida y blanca que muestran sus caras. Es una sensación única que mientras te habitúas y disfrutas con ella, de inmediato notas el tremendo cambio de contraste que acabas de dejar atrás apenas hace unas horas.



Pedro Ansorena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario